Reportajes

Lobos marinos: las dos caras del ícono valdiviano

Por Victoria Gatica / 8 de octubre de 2022 | 12:03
A pesar de las mallas que pretenden impedir su paso, los lobos ingresan a la Feria Fluvial. Crédito: Victoria Gatica.
Son un faro turístico y por cariño, en un catamarán apadrinaron a uno, y le pusieron Carlitos. Sin embargo, en la Feria Fluvial la situación se descontroló con astutos robos de pescado y peligrosos mordiscos.

Son un faro turístico y por cariño, en un catamarán apadrinaron a uno, y le pusieron Carlitos. Sin embargo, en la Feria Fluvial la situación se descontroló con astutos robos de pescado y peligrosos mordiscos.

Por Victoria Gatica

En septiembre de 2005, el entonces candidato presidencial, Sebastián Piñera, se volvía viral al ser casi mordido por un lobo marino en la Feria Fluvial de Valdivia. 

La imagen dio vuelta Chile y el mundo. La boca abierta del lobo estuvo a solo centímetros del político, que se logró librar de lo que hubiera sido una feroz mordida.

La situación grafica a la perfección el confuso límite del mundo marino que se produce a lo largo de toda la costanera valdiviana, donde es habitual poder ver lobos marinos a muy poca distancia, incluso en la calle.  

Así, 17 años más tarde de aquel casi mordisco presidencial, la situación no ha cambiado en la Feria Fluvial: los lobos marinos siguen en el mismo lugar y se alimentan de cada resto de pescado que logran recoger o robar.

¿Cómo sería Valdivia sin sus lobos marinos? Estos animales que suelen ser de mar y no de río, se han vuelto parte de la identidad de la capital regional.

Decenas de ellos se pueden ver a diario tomando sol, jugando, peleando o simplemente descansando, todo un atractivo para quienes llegan a conocer la ciudad. 

Sin embargo, también son un dolor de cabeza silencioso para quienes conviven con ellos a diario: los locatarios de la Feria Fluvial.

El inolvidable encuentro del ex Presidente Piñera con el lobo valdiviano. Crédito: Captura de pantalla

Una incómoda realidad

Hace poco menos de cinco años, Franco, quien trabaja en la Feria Fluvial junto a su familia, relata que fue brutalmente mordido por un lobo marino en la pierna derecha. 

Recuerda con detalle que recibió seis puntos y estuvo internado en el Hospital Base Valdivia por dos meses, sin poder trabajar.

Franco, quien prefirió no dar su apellido, comenta que además del permanente riesgo de ser mordidos, los locatarios deben hacer malabares para evitar que ante cualquier descuido, sufran el robo de pescado con culpables imposibles de encarcelar.

 “Para los que trabajamos acá, el problema es el lobo en sí, porque le gusta el pescado en este caso y tiende a entre comillas, asaltar o robar el pescado cuando uno está haciendo otra cosa”, explica.

Además, ha sido imposible lograr que los animales no ingresen al perímetro de la feria, dado que no temen a los humanos y la zona tampoco cuenta con medidas suficientes para lograr controlar a los intrépidos lobos.

“Llegan y saltan la reja o caminan por toda la orilla de la costanera y llegan a la feria, hasta hacer su cometido, que es robarse el pescado o simplemente hacernos daño”, explica Franco.

Esta situación -relata- se contrapone con la que perciben los turistas. “Con el turista no hay nada que decir, porque le gusta, para empezar porque nunca ha visto un lobo marino en estado salvaje tan cerca”, reconoce.

Según recuerda el trabajador, al menos tres personas han sido mordidas por estos animales en el último tiempo. Cuenta que hace cinco años, cuando él fue mordido, el municipio se reunió con los locatarios de la Feria Fluvial.

“Se supone que se hizo la junta por parte de la municipalidad con nosotros y la única solución que dieron, fue agarrar la reja que estaba más apegada al puesto y correrla más hacia el río, supuestamente para que el lobo no saltara y subiera, pero igual lo hacen”, asegura.

Lobo marino encaramado en la reja de la Feria Fluvial. Crédito: Victoria Gatica.

Peligrosos mordiscos

En ese contexto, el locatario opina que debería haber una solución referente a la seguridad, tomando en cuenta que en promedio transita una veintena de lobos a diario, tanto adultos, como juveniles.

“Hay que hacer algo con la seguridad, porque el lobo ni siquiera debería estar acá, a ellos les corresponde estar en el mar y este es un río", dice Franco.

"Ellos llegaron hace años con los barcos sardineros cuando llegaban al puerto de Valdivia, ahí empezaron a seguir a los barcos, hasta que se asentaron aquí”, puntualiza.

Un posible ataque de los lobos no es lo único que preocupa a los trabajadores de la Feria Fluvial.

Existen otros riesgos que estos animales pueden ocasionar al medio ambiente y sobre todo a las personas mediante sus mordeduras o sus fecas.

Lo anterior, debido a que los lobos marinos pueden transmitir diversas enfermedades al ser humano, por ejemplo, rabia, triquinosis e incluso tuberculosis. Es por eso que no hay que acercarse a tocarlos y solos se deben observar desde una distancia adecuada.

Los lobos conviven con otras especies carroñeras. Crédito: Victoria Gatica.

El lobo Carlitos

Una percepción completamente diferente, es la que relata Karla Damiano, quien trabaja como administrativa del tradicional Catamarán Marqués de Mancera, cuya oficina se encuentra frente al río, a un costado de la Feria Fluvial.

La trabajadora cuenta que los lobos son todo un espectáculo para los turistas, su presencia significa un plus para el sector turístico de la capital regional.

 “Les llama bastante la intención ver tantos lobos marinos, sobre todo que estén tan cerca de ellos, por ejemplo, los lobos pasean por la costanera, lo que genera que los turistas se acerquen más a verlos, a tomarles fotos”, asegura Damiano.

La cercanía de los lobos ha llegado a tal punto, que incluso hay uno en particular que se ganó el cariño de quienes trabajan en la empresa turística, que fue bautizado como “Carlitos”, y es casi una mascota.

“En el barco tenemos un caso de un lobo al que incluso le tenemos nombre, se llama Carlitos. Él siempre se asoma en la ventana de la cocina, porque la tía siempre le da salmón, limpiamos los salmones y el excedente se le da al lobo”, cuenta la administrativa.

El lobo apadrinado por la empresa, a diario sorprende a quienes transitan por el sector de la costanera, cuenta Karla Damiano.

“Carlitos todos los días está en la cocina y los turistas se paran aquí, a verlo a grabarlo. Por ejemplo ayer, Carlitos se fue en el barco, él se montó, el barco arrancó y se fue, lo que llama la atención de muchos turistas”, asegura.

Y añade: “Es super bueno, mucha gente viene a verlo, es un punto muy atractivo para la gente que viene a turistear a Valdivia”.

Y los turistas coinciden. Francisca Salazar llegó desde Concepción hasta la capital de Los Ríos junto a su familia, a visitar a sus abuelos y si bien ya había vacacionado en Valdivia, ir a ver los lobos marinos, es una parada obligada.

 “Cuando venimos a Valdivia, si o si pasamos a ver a los lobos, porque son muy entretenidos, a veces saltan al agua y se vuelven a subir a las rampas, es interesante verlos interactuar tan de cerca”, comenta.

Y agrega: “No se si en otras ciudades pasará esto de ver a los lobos tan de cerca, siento que es un espectáculo para todos los que pasan y por eso seguramente se reúne tanta gente en torno a la costanera”.

El lobo marino macho vive hasta los 18 años, mientras que la hembra puede vivir hasta los 16. Crédito: Victoria Gatica.

Larga vida

El lobo marino común (Otaria flavescens) es una especie generalista en cuanto a sus hábitos alimenticios, incluyendo en su dieta peces, crustáceos y moluscos.

Asimismo, es catalogada como una especie oportunista, cuya dieta se compone de las presas de mayor disponibilidad en la zona donde se encuentra. 

Franco, locatario de la Feria Fluvial, asegura que en el caso de los lobos valdivianos, son amantes de pescados, como por ejemplo el salmón y la sierra.

Respecto a la normativa, la doctora en Ciencias Biológicas, mención Ecología, de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Constanza Weinberger, precisa que el lobo marino común se encuentra protegida por ley.

“Sin embargo, debido a sus hábitos alimenticios, la especie interfiere con las actividades de pesca extractiva, existiendo una presión constante por parte de los pescadores por la apertura de la veda”, indica.

Y añade que la longevidad máxima de la especie para animales de la costa Pacífica ha sido estimada en 18 años para los machos y en 16 años para las hembras.

 

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