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Estudiaron 152 cisnes de cuello negro del humedal del Río Cruces y se confirmó una dieta trófica en base a 6 plantas acuáticas

Por Lorenzo Palma / 9 de enero de 2020
Felipe Dreves
A través del análisis de las fecas de los cisnes y con muestreos realizados entre el 2012 y 2017 se logró conocer la dieta trófica o alimenticia del cisne de cuello negro
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El Humedal del Río Cruces en Valdivia, consta de un eje central, al cual confluyen ocho ríos tributarios cubriendo un área total de aproximadamente 6000 hectáreas. Su origen se remonta al terremoto de 1960, el de mayor magnitud registrado de modo instrumental y sitio ideal para un gran número de especies vegetales y animales, entre ellas, el Cisne de cuello negro (Cygnus melancoryphus).

Los cisnes de cuello negro son aves acuáticas de hábitos herbívoros, que dedican más del 50% del tiempo a su alimentación, la que está primariamente basada en la abundancia de plantas acuáticas blandas o palatables y que habitan en zonas poco profundas del humedal, comenta el Dr. Eduardo Jaramillo, de la Universidad Austral de Chile (UACh), a Ciencia en Chile. Jaramillo es especialista en el estudio de los ecosistemas acuáticos y que forma parte de un equipo de cinco investigadores que publicaron en la destacada revista académica PLOS ONE, las relaciones entre la dieta trófica de los cisnes y la abundancia de las plantas o macrófitas acuáticas en el humedal. Parte de los resultados de este estudio son del trabajo de tesis de Magister en Recursos Hídricos de la UACh, realizada por el Biólogo Marino Carlos Velasquez y dirigida por Jaramillo. 

“Los análisis de laboratorio realizados por Carlos durante el desarrollo de su tesis, muestran que los cines de cuello negro consumen  6 especies de macróficas acuáticas que se diferencian por ser de hábitos sumergidos  y flotantes. Solo tres de estas especies aparecieron en todas las muestras analizadas” explicó el especialista, dominando ampliamente el Luchecillo (Egeria densa), seguido del Huiro café  (Patamogeton pusillus) y el Huiro verde (Patamogeton lucens), que tiene grandes hojas flotantes. A su vez, el estudio de las abundancias de macrófitas via imágenes satelitales liderado por uno de los coautores del paper (Fabio Labra), muestra que estas tres especies de macrófitas son las más comunes del humedal; es decir, los cisnes comen en relación a la cantidad de oferta alimentaria, agrega Jaramillo.

La presencia del Luchecillo en todas las muestras analizadas de fecas, demuestra el impacto que puede tener la disminución temporal de estas plantas que habitan hasta una profundidad aproximada de 2 metros. “Estos resultados destacan la importancia de preservar los sectores de baja profundidad o fondos someros, ya que en la mayoría de los humedales, son el hábitat de macrófitas acuáticas que proporcionan la principal fuente de alimento para los cisnes y otras aves acuáticas herbívoras, como son las taguas”, explicó el académico de la UACh.

En la investigación se trabajó con cisnes adultos, los que fueron capturados desde una lancha con el apoyo de los guardaparques de CONAF, en la zona del humedal con mayor abundancia de cisnes. Los cisnes capturados se mantuvieron en la lancha hasta que defecaran en envoltorios plásticos, para así recoger las muestras de fecas. Posteriormente, las aves fueron liberadas en los mismos sectores donde fueron capturadas. Los restos de macrófitas acuáticas presentes en las fecas se analizaron microscopicamente en el laboratorio, para así conocer la dieta trófica de los cisnes. La técnica de captura de las aves no daña a los animales, a la vez que la de análisis de las fecas  permite realizar comparaciones con estudios llevados a cabo en otros países donde esta ha sido utilizada.

El estudio destaca también porque permite reconocer que los cambios en la dieta trófica de las aves, son una aproximación válida para evaluar la eventual variabilidad en la distribución espacial y abundancia de las plantas acuáticas o macrófitas.

Cabe señalar que aparte del autor principal de este estudio (miembro del IFOP, Coquimbo), trabajaron en esta investigación académicos del Instituto de Ciencias de la Tierra de la Facultad de Ciencias de la Universidad Austral de Chile,  del Departamento de Ecología de la Facultad de Ciencias y Centro de Investigación en Biodiversidad y Ambientes Sustentables (CIBAS) de la Universidad Católica de la Santísima Concepción y del Centro de Investigación e Innovación para el Cambio Climático de la Facultad de Ciencias de la Universidad Santo Tomás,  de Santiago. 

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